Lo que se oculta detrás del trato a ti mismo y a los demás

Lo que se oculta detrás del trato a ti mismo y a los demás

Los Estos estilos parentales  (la forma en que nos trataron nuestros padres) son aplicados muchas veces por nosotros en nuestras relaciones cotidianas con nuestros empleados, parejas, hijos, compañeros de trabajo, amigos e incluso con nosotros mismos.

Encontramos en general y de manera sorprendente que podemos clasificar el trato hacia nosotros mismos y a los demás de la misma manera en que los teóricos han clasificado la manera de tratar a los niños en los Estilos Parentales

Veamos:

Los totalitarios o autoritarios

Es común observar jefes totalitarios que no se preocupan por el bienestar emocional de sus empleados, se limitan a dar órdenes sin darle importancia a las opiniones de sus subalternos.  Quienes aplican este tipo de estilo de relación terminan perdiendo la oportunidad de permitir que sus empleados se sientan involucrados con el éxito de la organización para la que trabajan. Posiblemente obtengan en algunos casos buenos rendimientos pero no lograrán encontrar en el entorno laboral la excelencia necesaria y la estabilidad emocional del grupo que lo lleve a espacios altamente competitivos.

Otras veces somos totalitarios y hasta crueles con nosotros mismos al no escuchar nuestras necesidades verdaderas, nuestros sentimientos y emociones, obligándonos constantemente a cumplir normas sin sentido sólo porque así “debe ser”. Podemos vivir eternamente reprimiéndonos bajo la excusa del “así debe ser” sin tomar en cuenta nuestras necesidades internas, emociones e incluso nuestro propio crecimiento como individuos. Si este es nuestro caso, debemos indagar dentro de nosotros mismos y preguntarnos

  • ¿Estamos repitiendo esquemas de nuestra crianza?
  • ¿Esta tendencia a ser totalitarios con otros oculta de alguna manera nuestra propia represión?

Esta segunda pregunta es un poco complicada no solo de comprender sino también de asimilar y responder.

Una de las cosas que más me ha costado digerir es precisamente la planteada por Carl Jung en su libro sobre la sombra en el que afirma y más allá, nos muestra, que aquello que más nos afecta del otro, es precisamente un espejo de nuestros propios defectos.

Esa sensación de afectación ante las reacciones, defectos o actitudes de otro ser humano se convierte entonces en  anuncio de que algo está fallando dentro de nosotros. Encontramos en terapia que, por ejemplo una mujer que se queja de la “libertad del otro”, que vive tan “fresco como una lechuga” a pesar de las responsabilidades que agobian al hogar, y la amarga reflexión que dice: “yo no sé como él puede ser así” oculta sencillamente, el deseo inconsciente de poder liberar la carga que ella misma asume día a día y no atreverse a ello.

Cuando somos totalitarios con nosotros mismos o con otros podemos estar reflejando más bien el temor a la debilidad. Una debilidad que muy posiblemente en la infancia nos atrajo dolor y que no queremos volver a repetir.

Las personas que manejan este tipo de relaciones difícilmente logran reciprocidad, normalmente se sienten solas y tratan de ocultar el temor que les da el dejarse amar por el otro sencillamente por el miedo a perder luego el afecto del otro.

Los indulgentes o permisivos

No sólo el totalitarismo puede ser un error en el que se suele incurrir en muchos de los roles que enfrentamos diariamente como seres humanos. Hay quienes pecan de indulgentes, dando rienda suelta a los instintos constantemente sin tener un control real sobre las relaciones o sobre sí mismos.

Muchas personas se ven en una especie de necesidad de complacer al otro, posiblemente en una búsqueda de aprobación que finalmente no encuentra ser consumada. Observamos que pueden pasarse la vida sin poder decir que no a ninguna solicitud que hagan de ellas a pesar de que algunas veces, tales solicitudes terminen afectando directamente la estabilidad de las mismas personas que llevan a cabo tales tareas.

Este tipo de personas siempre dicen que si a pesar de sí mismas, pecan de indulgencia afectando la responsabilidad que otros tienen e incluso impidiendo que dentro de los planos afectivos exista reciprocidad…

Las relaciones con personas indulgentes pueden atraer relaciones totalmente descompensadas, donde no hay responsabilidad de uno con el otro, donde el amor no es correspondido de la manera adecuada y no se logra una buena compenetración…

¿Cuántas parejas no se fundan en este tipo de relaciones?

¿Cuántas veces no escuchamos a uno de ellos quejarse de que el otro no tiene responsabilidad ni compromiso con la relación?

¿Cuántas veces vemos al agredido volver a “perdonar” al otro una y mil veces con la esperanza de que cambie algún día y asuma la responsabilidad de una relación?

Si profundizamos un poco más descubrimos que muchas veces estas personas no recíprocas con la pareja si pueden llegar a serlo con otras figuras de su entorno social como por ejemplo un jefe, la figura materna o paterna, un hermano o los amigos…

De ser así encontramos que muchas veces esta persona irresponsable incapaz de asumir el rol que tiene como pareja lo es sólo porque se ha encontrado con una persona indulgente que de alguna manera alienta este tipo de actitudes.

Son los padres los que generan con su actitud indulgente hijos irresponsables y al igual que un padre indulgente genera un hijo irresponsable, una esposa indulgente genera o puede generar un esposo irresponsable.

De la misma manera sucede con los empleados, amigos, vecinos… podemos generar en el otro una actitud o comportamiento en respuesta a nuestra propia manera de tratar una relación o determinada situación…

Podemos además ser totalitarios, como he mencionado como padres por ejemplo (o con algún otro rol que llevemos a cabo en un momento determinado) e indulgentes en otro… por ejemplo podríamos ser indulgentes con nosotros mismos, dando rienda suelta a nuestras pasiones sin ninguna clase de control… esto evidentemente nos llevaría al fracaso tanto como a quienes viven reprimiéndose por establecer una relación totalitaria consigo mismos.

Los negligentes

Pero hay un mal quizá peor que la indulgencia o el totalitarismo y esta es la negligencia.

Son aquellas personas que sencillamente están ausentes, ausentes en el rol…

Siguiendo con este orden de ideas, podemos encontrar un ejemplo de padre negligente en el padre de la cenicienta de Perrault. Quizá el enfoque más cruel de todas las cenicientas estudiadas. Aquí el padre no había muerto, sencillamente no aparecía por ninguna parte, como si fuera una figura inexistente… (Te invito a leer el artículo del Padre Ausente)

En la imagen arquetípica lo encontramos en el padre que se esconde tras un periódico sin importar las necesidades emocionales de los hijos. Ni reprende, ni ama, sencillamente es una figura inexistente.

¿Pero solo en los padres encontramos a la figura ausente?

¿Cuántos esposos o esposas viven su mundo sin darse cuenta de que pertenecen a un entorno familiar?

¿Cuántos jefes o empleados llegan a su trabajo solo a esperar que llegue la hora de salida para marcharse?

¿Cuántas veces observamos la falta de humanidad en uno u otro cargo “social”?

¿Cuántas personas o individuos no toman una actitud negligente frente a problemas políticos en su país?

Cuando postergamos las responsabilidades que tenemos para con nosotros mismos, estamos sencillamente siendo negligentes!, cuando dejamos para mañana lo que por nuestro propio bienestar podemos hacer hoy, cuando nos dejamos llevar por la apatía o la flojera ante una necesidad propia, somos negligentes con nosotros mismos.

Aquí nos damos cuenta de que una sola persona puede llegar a ser como he dicho negligente para con unas cosas, totalitario e indulgente para con otras.

Pero existe una forma perfecta con la que deberíamos enfrentar cada uno de los roles que llevamos a cabo: la propagativa o asertiva.

La asertividad entonces no solo debe ser analizada desde el punto de vista de la comunicación sino también en nuestras relaciones interpersonales e incluso en la relación que podemos tener con nuestro propio Yo.

Los propagativos o asertivos / Democrático o Autoritativo

“El Padre propagativo es aquel que exige pero también es capaz de ser receptivo a las necesidades y comunicación con el hijo.”

Siguiendo este orden de ideas, podemos inferir que ser asertivos con nosotros mismos significa exigirnos lo necesario para lograr el éxito pero también ser capaces de darnos y hacer lo posible por resolver la carencia de cualquiera de nuestras necesidades.

Para ser propagativos o asertivos con nosotros mismos debemos procurarnos no solo el bienestar económico sino también el bienestar emocional y espiritual… y al contrario, si nos preocupamos solo por nuestro bienestar emocional y espiritual y dejamos de lado la parte material de nuestra vida, también estaríamos fallando en la asertividad de la relación con nosotros mismos. Debemos exigirnos y darnos con la misma medida.

Y para conocer nuestras necesidades debemos entonces, activar nuestro sistema de comunicación con nuestro propio yo.

Aunque parezca mentira muchos no logramos esa compenetración y esa comunicación que debemos tener con nosotros mismos… pocos nos damos ese espacio para pensar, visualizar, comprender aquello que somos en un momento determinado. Debemos sentir razonadamente, debemos comunicarnos asertivamente con nosotros mismos y ser capaces, atrevernos a decirnos si o no cuando sea necesario.

La mejor forma de conocernos entonces es logrando comunicarnos como si se tratara de la persona amada… después de todo, para poder amar a otro debemos poder amarnos primero a nosotros mismos. Para poder comunicarnos con otro debemos poder hacerlo con nosotros mismos.

¿Cuantos minutos te dedicas al día a lograr una comunicación asertiva contigo mismo?

De esos minutos depende el conocimiento de tus verdaderas inquietudes, temores, virtudes, defectos, necesidades… de esos momentos depende tu auto-estima. Pues… ¿Cómo amar a quien no se conoce?

“El padre asertivo se centra en cooperar con el desarrollo emocional del niño”… es decir lo ayuda a conocer y controlar sus emociones. Y eso es precisamente una de las maneras que tenemos para garantizar la libertad emocional.

Pero ¿cómo logro controlar mis emociones? Lo primero es conociendo las verdaderas causas de las mismas. Si me siento frustrado e inútil sería conveniente descubrir el origen real de tales emociones. ¿Me siento frustrado porque quiero hacer algo que en este momento no puedo hacer o me siento frustrado porque me siento incapaz de hacer ese algo? Si nos damos el tiempo para conversar con nosotros mismos como si se tratara de un amigo, si logramos salirnos por un momento y tomar al mismo tiempo un tercer lugar, probablemente nos demos cuenta de muchas cosas…

De eso se trata una actitud propagativa o asertiva, enfrentar las emociones, conocerlas, desmenuzarlas hasta el final y aprender a controlarlas, manejarlas y sacar el máximo provecho a ese reencuentro con nosotros mismos.

Si se trata de un tercero, lograr un equilibrio entre lo que se da y lo que se recibe es una de las llaves para el éxito en cualquier relación.

Nos preocupamos siempre por lo que el otro deja de dar pero nunca cuestionamos  nuestro propio comportamiento. El ser humano responde muy bien a la acción – reacción… lo hacemos desde pequeños y lo seguiremos haciendo hasta llegar a ancianos.

Así que una de las mejores maneras de lograr esa reciprocidad es investigando nuestro comportamiento para con las otras personas… muchas veces nos sorprenderemos descubriendo que el comportamiento de estos, es simplemente el resultado de nuestro propio comportamiento hacia ellos.

KennyDíazH

Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales.

Código de Registro 1803086063155

Abrir chat
1
Contacta es momento de comenzar!
Hola!
Quieres participar en los talleres o tener una sesión personal? contáctanos